lunes, 4 de julio de 2016

El lecho conyugal, orígenes.




Hace no mucho, el lecho conyugal era, con bastante frecuencia, el único rincón en el que el marido y la mujer se encontraban en la intimidad. Al no disponer de una habitación individual para la pareja, rodeaban el lecho de densas cortinas o incluso en Bretaña, de bloques corredizos de madera. En una habitación carente de calefacción, eso tenía la ventaja de conservar mejor el calor, y sobretodo permitía las efusiones entre marido y mujer.

El lecho conyugal era objeto de una atención muy particular por parte de los futuros esposos; hacían que lo bendijera el sacerdote inmediatamente después de la celebración del matrimonio, así como las sábanas de la noche de bodas, exorcizando de esta manera la idea de pecado, vinculada a las relaciones sexuales antes del matrimonio.

La cohabitación en el mismo lecho simbolizaba el buen entendimiento entre marido y mujer.

Solamente los ricos y poderosos dormían en habitaciones separadas, y no era costumbre que permanecieran fieles a su mujer.

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