martes, 3 de mayo de 2016

El chantaje emocional



Un chantaje emocional no está considerado como un abuso psicofísico violento, pero no por ello deja heridas menos profundas, sino todo lo contrario. Cuando convivimos con una persona con estas características, daña lo más hondo de nuestro ser, algo que es más difícil de recuperar que unos cuantos golpes físicos.

Resulta útil saber si estamos sufriendo chantaje emocional. Para que el comportamiento del otro pueda ser denominado “chantaje emocional” es preciso que cuente con varios componentes.
Analicemos los límites, y así es más sencillo saber si estamos en una situación de estas magnitudes:

a) – La exigencia: los chantajistas no siempre expresan con claridad lo que quieren, sino que permiten que el otro “lo adivine”. Pero no es tan sencilla la ecuación, porque le da tanta importancia al tema que la otra persona no tiene más alternativa que terminar cediendo o aceptando esa situación.

b) – La resistencia: cuando pensamos diferente al chantajista, no se siente feliz, se enoja, hace que el otro se crea responsable por su tristeza. Se resiste a pensar como su pareja, su amigo, su padre, etc. No acepta nada que no sea como quiere o como le gustaría que fuera.

c) – La presión: cuando se tiene que “enfrentar” a un carácter fuerte es cuando comienza a actuar de una manera más directa o bien esto ocurre cuando le cuesta conseguir lo que desea. Presiona todo el tiempo hasta que el otro cambia de parecer, discute, reclama, llora, grita, se enoja, da igual. La cuestión es que “convence” (no de la mejor manera) de que su punto de vista es el más acertado. Utiliza la culpa y la lástima para continuar con su juego.
d)– La amenaza: si todavía así no puede conseguir lo que quiere, si ve que sus deseos se chocan con la negativa del otro, comienza a “contar” cuáles pueden llegar a ser las consecuencias por esta decisión equivocada. La amenaza puede ser a través del dolor, de la desdicha o incluso, la muerte. Podrá decir cuánto está sufriendo por esto, que no puede vivir de esta manera, que es mejor separarse, etc.

e) – La obediencia: como la otra persona no desea verlo mal ni separarse de él/ella, cede y acepta la propuesta, la idea, la opinión. Esto no quiere decir que esté de acuerdo o que haya cambiado de parecer, pero simplemente lo hace para no generar más problemas y para que no sufra. Así, se está empezando a ceder terreno, muy difícil de recuperar.

f) – La reiteración: Si los cincos puntos anteriores vuelven a ocurrir una y otra vez, con un lapso de paz y tranquilidad, es porque estamos en un gran problema. Ya la presión, la lástima, la culpa, echar en cara o el artilugio preferido no será usado para ese tema, sino para otro.

Y así es como ingresamos en un círculo vicioso, del que no se puede escapar. Es vital prestar atención a la primera señal de alerta, el primer “si me dejas me mato” o “no podré vivir sin ti”, porque después puede ser demasiado tarde.

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